La volatilidad de la mente.


— ¿Atiende al  juramento de decir la verdad y nada más que la verdad? —preguntó el fiscal al acusado, un hombre diminuto de piel amarillenta, ojos negros rodeados por una aureola oscura que los hacía ver profundos y perdidos. Al principio sus palabras fueron como susurros imperceptibles para el fiscal, quien le preguntó de nuevo. Esta vez respondió con un si enérgico, que lo hizo llevarse las manos a la cabeza y apretara los ojos. La resaca era insoportable.
—Cuénteme los hechos — dijo el fiscal. — Todo es confuso, recuerdo el número cien y voces que gritaban a lo lejos socorro. Cuando desperté, estaba en una celda con moretones en todo el rostro —respondió el acusado. El fiscal se acercó a su silla  y dijo — no más preguntas señor juez—.
El hombre fue condenado por conducir en estado de embriaguez y arrollar a cinco niños.

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