Un poco de Suerte.
Hacía
meses no recorría carreteras. Ayer lo volví a hacer. Quilla-barranca. Diez
horas de viaje. La conocía, sabia de sus historias. No debía llegar la noche y
tomarme transitando sobre ella. Salí con los primeros rayos de sol. Llegaría a
las cuatro de la tarde. No conté con el accidente. Cuatro horas de retraso.
Calló la noche, aun en la vía. Marchaba a toda velocidad. Los otros vehículos
que venían, fueron más inteligentes. Se regresaron. Solo dos seguimos, pero no
veía al otro. Pasada las siete, vi, junto a una señal de no adelantar, a una
mujer con un niño en brazos. Disminuí la velocidad. Me detuve. —¿Necesita ayuda? —Pregunté, no sé porque hice eso—. Me
sonrió, dijo —no gracias, puede seguir su camino. ¡Ah!, y no se detenga, vea lo
que vea. Corriendo regresé al camión. Me fui. Metros más adelante. El otro
vehículo. Incinerado, vacio. Llegué a las nueve a la ciudad. Me bajé y antes de
tocar el piso caí desmallado.
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